miércoles, 26 de noviembre de 2008

Resaca


No me dio tiempo a saborear el fiestón de ayer, ni a tomarme una aspirina o cuatro para el dolor de cabeza. Me metí en la ducha y empezaron a llamar al timbre y a aporrerar la puerta, salí a medio peinar y medio vestir, con el pelo con espuma y casi me maté al derrapar por el pasillo con los pies mojados.

Era doña Aurora, estaba verde.

- Nuria, doña Paola se ha caído y no podemos moverla.- temblaba como un pajarillo.

- Pase dentro, siéntese, deme 2 minutos.

Como si fuese un robot, me aclaré el pelo, me puse unos vaqueros, un jersey de cuello vuelto, las deportivas y cogí a doña Aurora del brazo para levantarla, parecía una estatua. Miré sus manos, no me había dado cuenta de lo arrugadas que eran, aunque los dedos eran finos y estaban perfectamente cuidadas. No había reparado en la fragilidad de sus huesos.

Le dí un beso y salí disparada, con el móvil en la mano sin saber a quien llamar.

Afortunadamente, doña María sí sabía a quien llamar y un coche frenó en seco delante mía. Alex se bajó con la misma cara de susto que tenía yo.

Mierda, mierda, mierda.

Sabeis esas veces en las que, cuando todo es una mierda, empieza a pasar lo que tiene que pasar? pues en ese momento llegó la ambulancia, sacaron a doña Paola hecha un trapo y se la llevaron al hospital.

Doña María y doña Aurora nos miraban a Alex y a mí, cogidas de la mano, con la cara angustiada, frágiles, vulnerables, como nunca las había visto. Me daban ganas de hacerme un ovillo y llorar en un rincón, nunca pensé que las pasara nada... y si me hubiese quedado a dormir en casa de alguién?

Pero no me podía echar a llorar en un rincón, alguien tenía que ser fuerte. Me dirigí hacia las 2 hermanas, que seguían temblando, las puse las bufandas bien, les arreglé los abrigos, y Alex y yo las subimos al coche; no nos miramos mucho, pero era un consuelo saber que había alguien a mi lado que tenía 2 dedos de frente.

Me pasé todo el camino dada la vuelta, pendiente de que estuvieran bien, de que se quitasen los abrigos para no coger frío al salir. Alex condujo en silencio a mi lado, no me gustó cómo me miraba, no necesitaba a nadie que me dijese lo buena que soy. Doña Paola se había tirado un buen rato muriéndose de dolor y nadie estaba con ella para ayudarla.

1 comentario:

Siltha dijo...

UH! Dejarlo con doña Paola muriéndose y el imbécil en el coche es de malos! XD ¿Para cuándo el próximo?