sábado, 2 de agosto de 2008

Gaviotas en el mar

Roma es una ciudad sofocante en cuanto hace un poquito de calor. No se ve el mar desde aquí, pero huele a mar cuando llegas y hay una humedad espantosa y esas horribles gaviotas planeando... me gustaban hasta que vi un documental que sacaba a los pajaritos del demonio comiéndose huevos de otros pájaros. Un día voy a estar de malas y me voy a liar a pedradas con ellas, no las aguanto.

Tampoco me gusta conducir aquí: los semáforos son de aviso para los peatones, el los pasos de cebra se juegan la vida de una manera que no entiendo y yo, imbécil de mí, me he parado para dejar pasar a una pareja, no me han llevado por delante 3 motos enormes de milagro y me he llevado la pitada del siglo, creo que he aprendido más palabrotas hoy de las que aprenderé en toda mi vida.

Pero me voy haciendo: me pierdo aposta para quedarme sin aliento cuando descubro algun monumento o alguna nueva excavación, aunque no os voy a engañar, esta ciudad está llena de andamios y de grúas y sólo ves la mitad de las cosas, las otras están cubiertas por carpas porque las están restaurando. Y sí, quería ese casco de Kitty tan molón, pero al final he optado por otro mucho más económico, aunque petón, me recuerdo a mí misma a Penélope Glamour en los autos locos, y no es para menos.

Las clases no se me hacen duras, la verdad, aunque sí hecho de menos cruzarme con las mismas caras de siempre. La Señora María y Doña Aurora me han preguntado varias veces sino he hecho amigos ya, de momento no me apetece mucho, tengo malas experiencias con los hombres italianos que te persiguen y ellas parecen demasiado altivas y recelosas.

Pero entre ellas me siento segura, las veo cuidarme como si de las hadas de La Bella Durmiente se tratara y a la vez me siento yo un poco su angel guardián: que se tomen las medicinas, que miren el gas para no dejarlo encendido... llego todas las tardes y paso revista, todas están bien, les hago algún recado y les hago compañía un rato, normalmente no suelo dejar hablar a la gente, pero en estos días sólo hablan ellas, todavía no estoy muy suelta con el idioma. Me cuentan cosas de sus hijos, de sus maridos, de su vida en el campo...

Y sí, estando en Italia, es inevitable que salga el tema en algún momento: la mafia, pero, de momento, no quiero ahondar en ello, que si juegas con fuego te quemas.

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