jueves, 7 de agosto de 2008

Colapso

Tierra llamando a Nuria, tierra llamando a Nuria...

Acabo de entrar en coma cerebral o algo así. He salido de mi hermosa casita, libre de invasores perroflaúticos. He visto mi moto rodeada de herramientas, cuando ha aparecido un modelo de Calvin Klein y me ha preguntado qué era lo que le había pasado a la moto el miércoles.

No se me da mal hablar italiano, creo que me desenvuelvo bastante bien, de hecho. Pero se me ha olvidado por completo todo lo que había aprendido y he comenzado a hablar en francés. Me pasa de vez en cuando, cuando estoy en tensión o tengo muchas cosas a la cabeza y tengo que utilizar un idioma extranjero, empiezo a hablar en otro idioma. Lo bueno es que llevaba sin dar ni papa de francés cosa de 5 años.

Unos preciosos ojos verdes me miraban atónitos. No me dejo impresonar tan facilmente por los chicos guapos, de verdad, a veces me embobo, como todas, pero suelo desecharlos porque, sinceramente, no creo que se vayan a fijar en mí. Pero este chico tenía un mono de trabajo desabrochado, un bronceado estupendísimo que yo nunca conseguiré y un pelo que daban ganas de desordenar. Vale, hay muchos chicos guapos, pero pocos con esa sonrisa y a mí los hombros de los hombres me pierden...

Y yo le estaba hablando en francés. Pero conseguí rehacerme de alguna manera y no mirarle con gesto de admiración sus musculosos brazos y le expliqué que no tenía ni idea de motos, pero creo que le dí una idea aproximada por los ruidos que hacía la moto antes de dejarme tirada y provocar mi muerte (aunque la pobre tampoco tiene mucha culpa, de todos modos, parada o en movimiento, estoy en peligro).

Aproveché que se arrodillaba para preguntarle por el otro señor que me arregló la moto cuando llegué, por lo visto, es su tío y a veces le echa una mano.

Nuestra conversación duró poco, porque de la nada empezaron a surgir solícitas viejecitas con limonada y proponiendo planes para 2 jóvenes solteros en Roma. Intenté huir, pero no me dejaron escabullirme a mi casa salvo para sacar unas aceitunas para mi modelo-mecánico, que soportaba las atenciones de las ancianitas y sus palmaditas en la espalda con una gran sonrisa. De hecho, una sonrisa muy sexy.

Sin saber cómo, fui arrastrada a mi apartamento y me obligaron a ponerme un vestido, unas botas, coger un sombrero... y esperé como una tonta a que Alex arreglase mi moto (que tardó un rato), se asease un poco (y me dejase el baño perdido), se pusiese unos vaqueros y una camiseta (en serio, tiene que ser modelo). Como una tonta me subí en su moto y salí disparada hacia una muerte segura o una comida deliciosa.

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