domingo, 3 de agosto de 2008

Con las manos en la masa

Ayer tuvimos nuestra primera crisis: Doña Paola vino a visitarme y yo me estaba cenando un enorme bocadillo de queso con salchichón. Mi secreto salió a la luz, no sé cocinar! y eso es inconcebible por estos lares. Llevo semanas comiendo platos elaborados a fuego lento, con un mimo tal que parece que estuviesen tejiendo su vestido de boda en vez de amasando pasta. Yo las he ayudado, les he pasado ingredientes... y he tomado nota, pero me temo que tardaré en coger ese toque que le dan por aquí.

Doña Paola ha ignorado todas mis emociones y se ha puesto manos a la obra para enseñarme cómo cogerle el punto al sofrito y no ha tirado el embutido de la nevera de milagro. Es curioso, que una señora tan glamourosa se ponga un delantal y le quede tan propio. Siempre va con el pelo impecable y su atuendo, aunque es sencillo, desprende siempre una elegancia increíble.

Mientras estabamos con las manos en la masa, me ha preguntado a traición sino tengo nadie que me espere en España, he bajado los ojos y he disimulado muy malamente intentando quitarme la harina de los ojos. Ha suspirado y ha comenzado a hablar, sin parar de amasar:

- Hace ya muchos años, con tu edad lo normal era estar casada y tener algún hijo, pero yo no era así, yo era un espíritu libre, yo quería viajar, vestir a la moda y llevar suelto el pelo, no quería atarme a ningún hombre y me reía de mis amigas, que vivían sujetas a lo que su marido quisiera. Eran sus esclavas, cocinaban lo que ellos pedían, se vestían como viejas y de repente se habían vuelto todas unas beatas.- me imaginé a doña Paola como a Sofía Loren en su época, tomando capucchinos en elegantes cafés y coqueteando con los camareros...

-Yo nunca me ataría a un hombre- prosiguió-, pero lo hice: fue tan fácil para él... yo era una jovencita inmadura y sí, tenía estudios y había viajado... pero frente al amor una es muy vulnerable y él era... era todo un crápula, pero tenía estilo, tenía clase y mucha más picardía que yo. Me hizo creer que le había seducido, que no podía vivir sin mí, que el sol no saldría sino estábamos juntos.

- Dejé de trabajar, viví como una mantenida en un piso que me puso, en Milán, aquí había demasiadas miradas indiscretas: renuncié a mis amigos, a mi familia, a mi futuro... y, sobre todo, a mi independencia. Me cortó las alas alguien que no debería haberlas tenido: él estaba casado, pero yo me creía especial, mucho mejor que aquella pobre mujer, yo era la que siempre estaba guapa, la que no le daba problemas... -hablaba con rabia, pero con calma, como si fuera algo que le hubiese pasado a otra.

-...Hasta que descubrí que tenía a otra, aparte de mí . Lloré, lloré muchísimo y aún así seguí con él, sintiéndome gorda, inútil, sintiendo que no era nadie y que ya nadie me querría; aceptaba sus regalos y me enfadaba sino me los hacía, se supone que yo era independiente y que lo material no me importaba, y no me había importado hasta entonces. Me hundí, mi niña, yo, la fuerte, la independiente, la que se reía de las que se sometían a un hombre: me hundí, engordé de verdad y él me echó de la casa que me había puesto. - era difícil pensar en aquella señora morena, con el pelo perfecto, sintiéndose mal con ella misma: unas curvas rotundas y la carne firme pese a la edad y esas elegantes patas de gallo que tenía alrededor de los ojos, y su boca rodeada de arrugas de reírse, su temperamento vital, su perenne sonrisa...

- No me vengué, le seguí algunas veces, hice el ridículo de la manera más espantosa, pero, de alguna manera, me obligué a mí misma a mirarme al espejo y ver en lo que me había convertido. Tuve un pretendiente, un chico honrado, que me adoraba, pero le dejé, no quería atarme a ningún hombre, yo era libre. Se había casado aquel chico honrado y regentaba una pizzería, me dió trabajo, su mujer era la cocinera y no daban abasto, incluso me dieron alojamiento y me consiguieron alguna cita, no era mayor. Pero renuncié al amor, me volví mayor antes de tiempo, y hasta que mis padres no murieron y casi me volví loca por completo otra vez, no me di cuenta de lo bonita que es la vida y de lo mucho que hubiera querido tener hijos... yo tenía esa misma mirada que tienes tu ahora y sólo te daré un consejo: no huyas hacia adelante, tus problemas seguirán ahí cuando vuelvas.

- No se preocupe, doña Paola - dije con voz ahogada.- ya estoy mucho mejor, se lo prometo.

- Cuéntame tu historia alguna vez, ragazza, estoy harta de oír viejas historias.



1 comentario:

tita hellen dijo...

Antes de terminar esta historia profundiza en esta relación, que resulta muy interesante.

Es uan de mis partes favoritas.