miércoles, 27 de agosto de 2008

Capuccino

- No me creo que no te guste el Capuccino- Alex me miraba atónito, como me había mirado todo aquel día; como si fuera de otro planeta o perteneciese a una especie recién descubierta.

- No me gusta el café, creo que le cogí manía de pequeña y cuando lo he vuelto a probar no me ha gustado nada. - ya estábamos como siempre, no me gustan los dulces, no me gusta el café...

- Pero este es especial - ahora parecía un crío pequeño emperrado en convencer a sus padres de que pintar en la pared con los dedos es una nueva forma de arte, tenía el ceño fruncido en ademán impotente.

- Da igual, no me gusta, lo siento mucho. - no entendía que tuviese que disculparme, pero con las molestias que se había tomado conmigo, me sentía como una desagradecida por no querer tomarme esa bebida que muchos consideraban una gran tentación.

- No lo sientas, más para mí!- y volvió a sonreir como si fuera un niño.

Habíamos empezado un poco mal nuestra "cita" amañada y organizada por 5 ancianas adorables pero bastante enérgicas. Alex me había llevado a una de esas pequeñas plazas que descubres alguna vez por casualidad y nos sentamos en un restaurante muy coqueto que casi estaba escondido en un callejón.

Todo era muy romántico, salvo porque yo no le miraba directamente, aún me duraba la vergüenza por eso de que me organizasen las citas. El hacía como le daba igual, pero que una chica te hable primero en otro idioma, se ponga guapa y no te hable debe ser bastante desconcertante. Al menos parecía que no iba a disgusto conmigo salvo por mi actitud infantil.

- Aquí hacen una carbonara para chuparse los dedos. -esta vez sus ojos me buscaron hasta encontrarme.

- Eh, um, oh... no me gusta la carbonara.- aquello no iba a salir bien.

- Qué?! - un montón de palomas levantaron el vuelo, espantadas.

- No me gusta la nata. - no sabía dónde meterme.

- La carbonara no lleva nata.

- Sí.

- No.

- Si

- No

- Pues de donde yo vengo sí.

- Pero te gusta la pasta. - se notaba que estaba haciendo un esfuerzo para no zarandearme, yo me hubiera zarandeado a mí misma, de hecho.

- Claro. Venga, vamos a comer, que tengo hambre.

- Si quieres ir a comer a otro sitio...

- Tú eres el guía, tu eliges.

Levantó los ojos hacia el cielo, en gesto de resignación.

Una vez que entramos y pidió, todo se volvió mucho más relajado. Como no quería más escenitas, acepté tomar vino (pero nada de ponerse piripi). Cuando empezamos a comer, la tensión desapareció por completo. Con mi negativa a comer carbonara, mi apuesto acompañante pensaba que era una de esas chicas que se mataban de hambre. Si me están criando 5 abuelas!

Nos contamos nuestras vidas, sin entrar en lo sentimental, mientras 3 solícitos camareros con bigotones pasaban a nuestro alrededor ensalzando nuestro apetito. Y conseguí esquivar los peliagudos postres proponiendole ir a tomar un helado. Que nos tomamos como críos pequeños, casi se nos cae de la risa al vernos nuestras caras churretosas.

Y sí, al final me cogió la mano, de forma casual, mientras contemplábamos algún monumento. No le solté, no estaba siendo nada desagradable aquella velada. De hecho, no me di cuenta de aquel gesto tan cómplice hasta 3 calles más allá, mientras mirábamos escaparates de ropa. Y, como nos estábamos helando, nos metimos en una cafetería, donde surgió otra vez el follón con el dichoso café.

Se nos acabaron las trivialidades para comentar,habíamos repasado la gastronomía de ambos países y mis anécdotas de la universidad allí en Roma. Y ninguno de los 2 quería hablar más, así que, antes de empezar a darle vueltas a la cucharilla del chocolate que me estaba tomando, le dije que me tenía que ir a casa, que tenía que preparar unos ejercicios, (que era verdad, pero que daban igual).

Me llevó a casa, yo le abrazaba con fuerza en nuestra alocada carrera por Roma; nos despedimos una calle antes de mi casa, no me apetecía que las vecinas me vieran entre los brazos de un chico con cuerpo de modelo. Acabó de besarme y me miró con una mezcla de añoranza y alivio. Como si lo hubiésemos acordado, ninguno de nosotros miró atrás.

No hay comentarios: